INVESTIGACIÓN CLÍNICA
Epidemiología y manejo de las
fracturas de fémur por arma de fuego. Nuestra experiencia
Fernando J.
Taboadela, Daniela Mantella Gorosito, Florencia Borre, Fabián Narváez
Servicio
de Ortopedia y Traumatología, Hospital Interzonal General de Agudos “Prof. Dr.
Luis Güemes”, Haedo, Buenos Aires, Argentina
RESUMEN
Introducción: Cada vez
con más frecuencia, la población civil sufre lesiones por proyectil de arma de
fuego. El 57% de los pacientes presenta compromiso óseo y la fractura de fémur
es la más común. La elevada incidencia y la ausencia de un protocolo
estandarizado para su tratamiento motivaron este estudio. Materiales y
Métodos: Estudio retrospectivo,
descriptivo. Entre 2019 y 2021, se incluyeron pacientes con fracturas de fémur causadas
por arma de fuego. Se analizaron las siguientes variables: región anatómica
involucrada, clasificación, tratamiento y complicaciones. Resultados: La muestra incluyó a 35 pacientes, 25 (71,43%) con
fracturas completas y 10 (28,57%), con fracturas incompletas. Según la
localización, el fémur distal fue la zona más afectada (48,57%). Veintiséis
pacientes fueron tratados mediante reducción y osteosíntesis y 9, de forma
incruenta. Conclusiones:
Recurrimos a una clasificación sencilla que divide a las fracturas en completas
o incompletas. Todas las fracturas completas se consideraron inestables
independientemente de su localización; y las incompletas, estables, salvo las
del tercio proximal, donde es conveniente realizar una fijación profiláctica.
Las fracturas diafisarias incompletas pueden tratarse de forma incruenta y
todas las fracturas completas se trataron con reducción y osteosíntesis. El
clavo endomedular es el método de elección para las fracturas en las zonas I y
II. En la zona III, se requiere un análisis individualizado para cada patrón.
Creemos que el manejo inicial y la correcta selección del implante según la
zona afectada son factores determinantes para lograr resultados satisfactorios.
Palabras clave: Arma de
fuego; fractura de fémur; epidemiología; clasificación.
Nivel de Evidencia: IV
Epidemiology and Management of
Femoral Gunshot Fractures. Our Experience
ABSTRACT
Introduction: Gunshot
injuries affect the civilian population with increasing frequency. 57% of the patients present bone compromise, with femur fractures being
the most common. The lack of a standardized protocol for its treatment prompted
the development of this study. Materials and
Methods: A retrospective, descriptive study was conducted.
Patients with femur fractures caused by firearms between 2019 and 2021 were
included. The anatomical region, classification, treatment, and complications
were analyzed. Results: Of a total of
35 patients, 25 (71.43%) had complete fractures and 10 (28.57%) had incomplete
fractures. The distal femur was the most affected area (48.57%), according to
the location. Reduction and osteosynthesis were used to treat 26 patients, with
9 being treated noninvasively. Conclusions: We used a
simple classification system to categorize fractures as complete or incomplete.
All complete ones were deemed unstable regardless of location, and all
incomplete ones were deemed stable, with the exception of
those in the proximal third, for which prophylactic fixation is advised.
Incomplete shaft fractures can be treated noninvasively, but complete shaft
fractures require reduction and osteosynthesis. For zone I and II fractures,
the intramedullary nail is the preferred treatment. In zone III, an
individualized analysis is required for each pattern. We believe that the
initial management and the correct selection of the implant according to the
affected area are decisive factors in achieving satisfactory outcomes.
Keywords: Firearm; femur
fracture; epidemiology; classification.
Level of Evidence: IV
INTRODUCCIÓN
Cada vez es más frecuente que la
población civil sufra lesiones por proyectil de arma de fuego y las principales
causas son los conflictos colectivos, la violencia, la delincuencia o el
terrorismo. Son más comunes en los hombres y el promedio de la edad es de 32
años, esto implica un impacto económico muy grande.1
El compromiso de las extremidades
es habitual y el 57% de los pacientes que sufre lesiones no mortales por arma
de fuego tiene compromiso óseo, y la fractura de fémur es la más frecuente.2
Para clasificar las fracturas de
fémur por arma de fuego se utilizan sistemas universalmente aceptados. Al
margen del tamaño de la herida, se incluyen en el tipo III de la clasificación
de Gustilo y Anderson.3 Esta
clasificación ha sido cuestionada, porque no contempla los daños ocasionados
por el proyectil, ya que el principal factor pronóstico es la energía disipada
a los tejidos. Por su parte, el sistema de clasificación propuesto por la Orthopaedic Trauma Association evalúa el
compromiso de los tegumentos, el grado de contaminación, la lesión arterial y
la pérdida ósea, generando un orden
de gravedad de rango creciente. Sin embargo, aún no se ha determinado cuál es
la forma ideal de usar este esquema y, en la actualidad, se usa solo junto con
otras clasificaciones populares.4,5
El objetivo principal del
tratamiento se basa en reducir, al mínimo, la probabilidad de complicaciones y
restaurar la función de la extremidad afectada. A pesar de que las fracturas
por arma de fuego son comunes, aún hay controversia sobre el manejo del
tratamiento antibiótico profiláctico y muchos centros de trauma todavía no
cuentan con protocolos establecidos.6
En la actualidad, el enclavado
endomedular es el tratamiento definitivo de elección para las fracturas
diafisarias en adultos, sus beneficios incluyen menor exposición y agresión a
las partes blandas.7 Las
fracturas supracondíleas con conminución metafisaria representan un desafío. A
fin de determinar cuál es el mejor método de fijación se han realizado
numerosos estudios biomecánicos para averiguar cuál es la configuración más
estable.8 Cuando la fractura se
acerca a las articulaciones vecinas, aumentan las opciones de tratamiento, así
como también las complicaciones. Una fractura conminuta del cuello femoral por
arma de fuego en un paciente joven es una lesión rara y potencialmente
devastadora. La toxicidad del plomo y los contaminantes aumentarían el riesgo
de seudoartrosis, necrosis avascular, artritis séptica y daños en la superficie
articular.9
La alta incidencia de lesiones
por disparos de arma de fuego en nuestro medio y la falta de un protocolo
estandarizado para su tratamiento motivó este estudio.
Los objetivos de este estudio
fueron analizar la epidemiología de las fracturas de fémur por arma de fuego,
describir nuestro protocolo de tratamiento y comunicar los resultados
obtenidos.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se llevó a cabo un estudio
retrospectivo, descriptivo entre 2019 y 2021 que incluyó a todos los pacientes
que ingresaron en nuestro hospital con fracturas de fémur causadas por arma de
fuego.
Se extrajeron de los registros de
nuestro hospital las siguientes variables: edad, sexo, región anatómica
involucrada, clasificación, tratamiento inicial y definitivo. También se
analizaron las complicaciones: lesión vasculonerviosa asociada, osteomielitis,
artritis séptica, seudoartrosis y rigidez articular.
La evaluación y el manejo
ortopédico se realizaron luego de tratar los cuadros de peligro inmediato
siguiendo los lineamientos del Advanced
Trauma Life Support (ATLS) e incluyó la inspección sistemática de cada
miembro y un examen neurovascular. Después de la evaluación inicial, el control
de la hemorragia, la administración de la vacuna antitetánica y antibióticos
profilácticos (cefazolina 2 g, cada 8 h más gentamicina 240 mg/día, durante 72
h), las heridas se cubren con apósitos estériles y se inmovilizan con férulas
las extremidades lesionadas.
Se definió el “tiempo
lesión-antibiótico” como el tiempo transcurrido desde la lesión inicial hasta
la administración de la primera dosis de antibiótico. Se distribuyó a los
pacientes en tres grupos según el momento de la primera dosis: grupo 1, dosis
temprana, antes de los 30 min; grupo 2, dosis intermedia, entre los 30 y los
180 min, y grupo 3, dosis tardía, luego de los 180 min.
Tras el diagnóstico, mediante los
exámenes clínico y radiológico, el fémur se dividió en tres zonas para
enfatizar el riesgo del compromiso articular. La zona I (cadera en riesgo)
incluye fracturas del fémur proximal al extremo distal del trocánter menor. La
zona II (diáfisis femoral) se define como una fractura distal al extremo distal
del trocánter menor y proximal a la unión diafisaria-metafisaria distal. La
zona III (rodilla en riesgo) incluye fracturas por debajo de la unión
diafisaria-metafisaria distal.
Para evaluar el compromiso óseo,
las fracturas se clasificaron en completas o incompletas según la continuidad
radiológica de las corticales. Cuando la trayectoria del proyectil dio como
resultado la integridad de, al menos, una cortical, se denominaron fracturas
incompletas. También se empleó la clasificación OTA/AO, pero no nos basamos en
ella para definir la conducta terapéutica.
La tomografía computarizada solo
se solicitó a los pacientes con patrones complejos para conseguir una mejor
caracterización visuoespacial o valorar el compromiso articular.
Siguiendo los lineamientos del
protocolo de nuestra institución para el manejo inicial de las fracturas
expuestas, todos los pacientes fueron sometidos a una limpieza
mecánico-quirúrgica, lavado profuso con solución fisiológica, desbridamiento
superficial del tejido desvitalizado con cierre primario de la herida sin
tensión y estabilización con fijador externo en caso de fracturas completas,
restituyendo la longitud, alineación y rotación del miembro y así permitir un
apropiado control de partes blandas. Esto constituyó uno de los pilares del
tratamiento.
En los casos de contaminación
extensa, evolución tórpida de la herida o signos de flogosis tempranos, se
procedió a la exploración de la herida a las 48-72 h y a la toma de muestra
para cultivo microbiológico.
Los principales factores
considerados para seleccionar el tratamiento definitivo fueron: la localización
anatómica en relación con la zona afectada, el tipo de fractura y la integridad
de las corticales.
Las fracturas incompletas
tratadas de forma incruenta requirieron un seguimiento estricto. Se indicó la
carga parcial de peso a partir de los 45 días, según tolerancia, con controles
radiológicos semanales durante el primer mes y luego cada 15 días hasta
observar signos de consolidación ósea.
RESULTADOS
La muestra estaba conformada por
35 pacientes: 33 hombres (94,29%) y dos, mujeres (5,71%), con una media de la
edad de 31.5 años (rango 16-59).
Teniendo en cuenta la
clasificación de las fracturas, 25 (71,43%) eran completas y 10 (28,57%),
incompletas (Figuras 1 y 2). Ocho (22,86%)
tenían únicamente orificio de entrada y 27 (77,14%), orificio de salida
asociado.
Según la localización, la lesión
estaba ubicaba en la zona I, en tres pacientes (8,57%); en la zona II, en 15
pacientes (42,86%) y, en la zona III, en 17 casos (48,57%) (Figura 3). La distribución de las fracturas
completas e incompletas en relación con la zona afectada se muestra en la Figura 4.
Con respecto al tratamiento
inicial, los pacientes con fracturas completas (71,43%) fueron estabilizados
con fijador externo (Figura 5).
A los pacientes con fracturas
incompletas en la zona I (5,71%) se les indicó reposo absoluto y a aquellos
cuya fractura correspondía a las zonas II o III (22,85%), inmovilización con
valva de yeso cruropedio. En relación con el “tiempo lesión-antibiótico”, se
administró una primera dosis temprana a 14 pacientes del grupo 1 (40%), 16 del
grupo 2 (46%) y cinco del grupo 3 (14%).
En cuanto al tratamiento
definitivo, todos los pacientes con fracturas completas fueron tratados
mediante reducción y osteosíntesis, solo uno con fractura incompleta fue
sometido a fijación profiláctica por la localización en la zona I.
Los métodos de fijación
utilizados se distribuyeron de la siguiente forma: 19 (54,29%) con clavo
endomedular (Figuras 6 y 7) y siete (20%)
que comprometían a la zona III con placas anatómicas bloqueadas.
Se optó por el manejo incruento
en nueve pacientes con fracturas incompletas (Figura
8).
Las complicaciones fueron:
osteomielitis (1 caso; 2,86%), artritis séptica (1 caso; 2,86%), seudoartrosis
(2 casos; 5,71%), un (2,86%) paciente con fractura completa en la zona III
desarrolló una lesión vascular que requirió revascularización al ingreso. Una
fractura tratada de forma incruenta con yeso cruropedio evolucionó con rigidez
articular de la rodilla (Tabla).
La media de seguimiento fue de 15
semanas (rango 3-38), solo el 55% asistió a su control a los tres meses. El 45%
restante tuvo un seguimiento medio de 8 semanas (rango 3-11).
DISCUSIÓN
El trauma balístico del sistema
musculoesquelético representa un problema común y que se incrementa en la
actualidad; sin embargo, es una lesión poco estudiada. Según los artículos
publicados, el 91% de los pacientes son hombres jóvenes.10,11 En nuestro estudio, la media de la edad fue de 31.5 años
y el 94,29% eran hombres.
Las lesiones ortopédicas más
frecuentes son las fracturas de los huesos largos y están incluidas en el grado
IIIA de la clasificación de Gustilo y Anderson, fracturas producidas por
mecanismos de alta energía con adecuada cobertura. Dicha clasificación es
sencilla, reproducible y adaptable a la población estudiada.3
La extensión del daño en las
lesiones por arma de fuego depende de la distancia del objetivo, la velocidad
de entrada y salida, las características y el calibre del proyectil. En la
población civil, se producen, en gran medida, por armas de alta velocidad y
bajo calibre.12 No obstante,
estas determinan una gran variedad de lesiones, desde una fractura con gran
compromiso óseo hasta una fractura parcial con continuidad de sus corticales.
Nos encontramos con patrones fracturarios que no eran aplicables a la
clasificación OTA/AO de forma íntegra, por lo que recurrimos a una
clasificación sencilla descrita en 1984, por Smith y Wheatley13 quienes estudiaron las fracturas por arma
de fuego y las dividieron en completas o incompletas.
En nuestro estudio, la mayoría de
las fracturas incompletas correspondían a la metáfisis, las localizadas en la
zona I fueron consideradas lesiones de riesgo o potencialmente inestables por
el riesgo de colapso o extensión del trazo con posterior desplazamiento.14 Las fracturas completas representaron el
patrón predominante en nuestro estudio (71,48%), lo que coincide con lo
publicado por Nguyen y cols.15 y
todas se consideraron inestables al margen de su localización.
En cuanto al manejo inicial de
estas lesiones por arma de fuego de bajo calibre, Sathiyakumar y cols.16 recomiendan la antibioticoterapia
profiláctica y el desbridamiento superficial de la herida en lugar del
desbridamiento exhaustivo para prevenir el desarrollo de procesos infecciosos.
También se ha demostrado que, en las fracturas Gustilo tipo IIIA, las tasas de
infección son más bajas con el cierre primario de la herida que con el cierre
tardío, 4% y 17,8%, respectivamente.17
Todos los pacientes de nuestra serie fueron tratados con desbridamiento
superficial y cierre primario. Si se detectaba un alto grado de contaminación,
mayor compromiso de partes blandas o evolución desfavorable de la herida, se procedía al desbridamiento quirúrgico profundo a
las 48-72 h con toma de muestra para cultivo.
En las fracturas completas
producidas por arma de fuego, debido a su alta energía, la estabilización es un
principio básico de tratamiento. Por lo tanto, la fijación externa fue parte de
nuestro manejo inicial. El método de estabilización definitiva se seleccionó
sobre la base de la localización y el grado de compromiso e integridad de las
corticales. Las fracturas incompletas del fémur proximal requieren una fijación
profiláctica debido a los vectores de tensión o compresión que, en un futuro,
probablemente resulten en la extensión del trazo de fractura.13
En nuestra serie, había tres
fracturas del fémur proximal, dos de ellas eran incompletas, solo una fue
tratada mediante estabilización profiláctica con clavo cefalomedular. El otro
paciente fue tratado con reposo y descarga de peso por 45 días; en este caso,
la demora en la disponibilidad del material quirúrgico representó una
limitación para la elección del tratamiento. El fundamento para el tratamiento
quirúrgico en estos pacientes consiste en realizar un procedimiento simple y
permitir la carga de peso inmediata y prevenir un procedimiento futuro complejo
en caso de colapso o desplazamiento de la fractura.
Las fracturas incompletas del
tercio medio pueden tratarse de forma incruenta con un período de carga
limitada.18 Los tres pacientes de
nuestra serie fueron tratados mediante inmovilización con yeso cruropedio y descarga
de peso. Todas las fracturas completas de la zona II fueron tratadas con
reducción y osteosíntesis con enclavado endomedular acerrojado.
En la actualidad, el clavo
endomedular retrógrado o anterógrado es el método de elección para la
resolución de las fracturas de fémur por arma de fuego.19 En una revisión sistemática, se halló una
tasa global del 0,18% de artritis séptica de rodilla posterior a la fijación
con clavo endomedular retrógrado.20
El único caso con esta complicación fue un paciente con fractura supracondílea
tratado con clavo endomedular retrógrado.
La tasa de falla del enclavado
retrógrado en las fracturas del fémur distal alcanza el 38%, mientras que la
del fracaso después de la osteosíntesis con placa LISS (less invasive stabilizing system) llega al 20%.21
El retraso de la consolidación y
la seudoartrosis pueden relacionarse con la cantidad de material de bala
retenido cerca del sitio de fractura, debido al efecto citotóxico del plomo.22 Creemos que se necesitan más estudios
para demostrar que la eliminación de los fragmentos retenidos extrarticulares
supera el riesgo de inducir un daño iatrogénico a las partes blandas. Nuestra
conducta es retirar los restos de bala extrarticulares solo si están accesibles
durante el desbridamiento superficial inicial, mientras que retiramos siempre
los restos intrarticulares (cadera o rodilla), preferentemente por vía
artroscópica.
De las dos fracturas que
evolucionaron a seudoartrosis (5,71%), una correspondía a la zona II y otra, a
la zona III, la primera fue tratada con fresado del canal y recambio de clavo
por uno de mayor diámetro y se observaron signos radiográficos de consolidación
a las 14 semanas, mientras que la segunda se trató inicialmente con clavo
endomedular retrógrado como único método de fijación y posteriormente fue
necesario adicionar una placa bloqueada durante la revisión quirúrgica para
lograr la consolidación a las 18 semanas. Creemos que, en las fracturas de la
zona III tratadas solo con clavo endomedular, un acerrojado distal insuficiente
y no utilizar tornillos poste son factores determinantes en el resultado. No se
detectaron restos de proyectil retenidos en las radiografías ni durante la
cirugía, en ninguno de estos dos casos.
Las heridas por arma de fuego en
las extremidades se asocian con una lesión vascular en el 10-17% de los casos.23 En nuestro estudio, la tasa fue del
2,86%, ya que nos limitamos a analizar solo las fracturas de fémur.
Por otro lado, la tasa de
osteomielitis para las fracturas de fémur de alta energía Gustilo III oscila
entre el 3,3% y el 4,2%.24 Se detectó un
caso (2,86%) de osteomielitis aguda confirmado mediante el aislamiento de S. aureus resistente a meticilina en
todas las muestras óseas tomadas durante la exploración de una herida con mala
evolución. Se trató exitosamente con un clavo endomedular revestido con
polimetilmetacrilato con vancomicina más antibioticoterapia por vía intravenosa
dirigida.
En relación con el tiempo de
administración del antibiótico y el desarrollo de complicaciones infecciosas
(artritis séptica, 1 caso; osteomielitis, 1 caso), los pacientes pertenecían al
grupo 2 y grupo 3, respectivamente.
Johnson y cols.25 refieren que los pacientes con heridas
por arma de fuego no cumplen el seguimiento; en nuestro estudio, solo el 55%
concurrió a su control a los tres meses. El 45% restante tuvo un seguimiento
medio de dos meses (rango 3-11 semanas). Creemos que los principales factores
asociados al seguimiento incompleto podrían ser la edad, la hospitalización
corta y el incumplimiento de las indicaciones médicas en la población
estudiada.
Las limitaciones de este estudio
son su carácter retrospectivo y consideramos que la falta de continuidad en el
seguimiento de estos pacientes dificultó el análisis de las complicaciones a
mediano y largo plazo.
CONCLUSIONES
El 90% de los pacientes de
nuestra serie tenía compromiso de las zonas II y III, por lo que la zona I fue
una región infrecuente para este cuadro. Para las fracturas incompletas de esta
zona es conveniente realizar una fijación profiláctica.
Los clavos endomedulares son la
mejor opción para las fracturas completas en las zonas I y II, mientras que, en
la zona III, se requiere un análisis individualizado de cada patrón para elegir
el método de fijación.
Creemos que la administración
temprana de antibióticos en el manejo inicial y la correcta selección del
implante definitivo según la zona afectada son sustanciales para lograr buenos
resultados.
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––––––––––––––––––
Conflicto de intereses: Los autores no declaran conflictos
de intereses.
ORCID de F. J. Taboadela: https://orcid.org/0000-0003-4468-016X
ORCID de F. Narváez: https://orcid.org/0000-0001-7156-3685
ORCID de F. Borre: https://orcid.org/0000-0003-0799-1647
Recibido el 6-12-2022. Aceptado luego de la evaluación el
12-3-2023 • Dra. Daniela Mantella Gorosito • daniela.mantella.gorosito@live.com • https://orcid.org/0000-0003-1098-9070
Cómo citar este artículo: Taboadela FJ, Mantella Gorosito D,
Borre F, Narváez F. Epidemiología y manejo de las fracturas de fémur por arma
de fuego. Nuestra experiencia. Rev Asoc
Argent Ortop Traumatol 2023;88(3):275-285. https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2023.88.3.1691
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Identificación: https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2023.88.3.1691
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publicación: Junio, 2023
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Revista de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología.
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