INVESTIGACIÓN CLÍNICA
Edema óseo
secundario a lesiones ligamentarias de tobillo.
Hallazgos en las imágenes de resonancia magnética
Manel Ballester-Alomar,*
Gustavo Lucar-López,* Federico Bugallo,** Griselda March-Sorribes,# Praneeth Revuri,## Kerbi A. Guevara
Noriega≠
*Unidad Pie y Tobillo, Servicio de Ortopedia y
Traumatología, Hospital de Mataró, Barcelona, España
**Equipo Miembro Inferior, División Ortopedia y
Traumatología, Hospital General de Agudos “Dr. Juan A. Fernández”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Argentina
#Unidad Podología, Clínica Creu
Blanca, Barcelona, España
##Cirugía de Tobillo, Mlathi Manipal Hospitals, Jayanagar, Bangalore, India ≠General Surgery,
Jackson Memorial Hospital, Miami, Estados Unidos
Resumen
Introducción: El esguince agudo de tobillo
es una de las lesiones musculoesqueléticas más
frecuentes. Su creciente estudio con resonancia
magnética ha llevado a una mayor detección de edema óseo. El edema óseo por
contusión consiste en una fractura ósea subcondral microtrabecular del hueso esponjoso junto con hemorragia
local y edema. El objetivo de este estudio fue analizar una posible relación
estadística entre la lesión ligamentaria de tobillo y
la localización del edema óseo. Materiales
y Métodos: Entre 2016 y 2018, se analizaron 50 resonancias de pacientes con
diagnóstico clínico de esguince sin lesión ósea en la radiografía. Dos
radiólogos independientes analizaron las secuencias T1 y T2 en los planos
coronal, axial y sagital. Se comparó la localización del edema óseo y las
lesiones ligamentarias con el fin de encontrar
posibles asociaciones. Resultados:
No hubo diferencias en la presencia de edema óseo en relación con el ligamento
lesionado como consecuencia de un esguince de tobillo (p >0,05). En general,
el edema óseo fue más frecuente en la cabeza y el cuello del astrágalo (64%).
No se halló una relación estadística entre la localización de edema óseo y el
ligamento lesionado (p >0,05). Conclusiones:
El edema óseo es un hallazgo frecuente en la resonancia magnética después de
una lesión ligamentaria a causa de esguinces de
tobillo; sin embargo, no hay evidencia de una relación entre la localización
del edema y el ligamento lesionado.
Palabras clave: Resonancia magnética;
esguince; tobillo; edema óseo.
Nivel de Evidencia: II
Bone Marrow Edema Following Ankle Ligament Injuries: an MRI Imaging
Evaluation
Abstract
Acute ankle sprains are a common type of
musculoskeletal injury. With the increased popularity of MRI post-ankle sprain,
more cases of bone marrow edema or bone bruise are detected. This is a
subchondral osseous fracture of the cancellous microarchitecture with
accompanied local hemorrhage and edema. This study aims to analyze if the
presence of ankle ligament injury presents any significant statistical relation
with the specific location. Materials
and Methods: We reviewed 50 MRI performed during 2015-2018 for patients who
reported ankle pain and signs of instability. Two different radiologists
evaluated the series. Bone marrow edema location and specific ligament lesions
were contrasted to find possible associations. Chi-Square was used to analyze
the differences. Results: The
anterior talofibular ligament was the most commonly
injured ligament (84%). CFL injury occurred in 27 cases (54%). There were no
differences between the presence of bone marrow edema and the ligament injured
after an ankle sprain (p>0.05). Overall, the most common location of bone
marrow edema was the head and neck of the talus (64%). There was no statistical
relationship between bone marrow edema location and the injured ligament
(p>0.05). Conclusion: Bone marrow
edema is a frequent finding after a ligament injury following ankle sprains.
However, this finding is not directly related to a specific location of the
injured ligament. The location of bone marrow edema is not related to specific
ligament injuries. MRI findings of bone marrow edema must not change the
management of patients with acute ankle sprains.
Key words: MRI; ankle sprain; bone marrow.
Level of Evidence: II
Introducción
El esguince de tobillo representa un cuadro muy frecuente
en la práctica diaria de la traumatología, tanto en la emergencia como en una
consulta externa. Diferentes estudios en los Estados Unidos y Europa han
comprobado que el 30% de las lesiones en los atletas implican esguinces de tobillo.
La clínica descrita más frecuente es dolor en la parte lateral del tobillo e
inestabilidad luego de una flexión plantar e inversión.1 Al hablar
de esguince de tobillo, hay consenso en que nos referimos a la lesión de las
estructuras ligamentarias que forman parte de dicha
articulación. Puede ser desde una contusión, con lo cual los signos y síntomas
pueden limitarse simplemente a dolor o edema regional, o bien puede tratarse de
una rotura total de uno o más componentes que causa una sintomatología más
florida en la etapa aguda.
El complejo ligamentario
lateral del tobillo está compuesto por el ligamento peroneo-astragalino
anterior (LPAA), el ligamento peroneo-calcáneo (LPC)
y el ligamento peroneo-astragalino posterior (LPAP).
Por lo general, hay un ángulo de 120° entre el LPAA y el LPC. En un esguince de
tobillo agudo, el LPAA resulta ser el más afectado, seguido del LPC. El LPAP es
el más robusto y, por lo tanto, el que menos posibilidades de rotura tiene.
Además, este se ve favorecido por la cinemática del trauma, la cual se dirige
de anterior a posterior, por lo que la lesión aislada de este ligamento es
infrecuente en los esguinces.
Las revisiones sistemáticas han demostrado la
persistencia del dolor y la inestabilidad en el 5-33% de los pacientes después
de un tratamiento conservador. El 34% de los pacientes refirió, al menos, un
esguince recurrente y el 15-64%, solo una recuperación parcial de la lesión
inicial.2
Asimismo, resulta fundamental observar las lesiones que
pueden presentarse asociadas con el esguince lateral de tobillo, tales como
desgarros del tendón peroneo, lesiones osteocondrales o cuerpos libres intrarticulares,
que pueden provocar signos crónicos si no se tratan de forma apropiada. A pesar
de que se puede detectar un defecto osteocondral
oculto en una resonancia magnética (RM), su tamaño y extensión pueden
sobrestimarse debido a la cantidad de edema óseo alrededor de la lesión. Por
esta razón, este estudio se debe complementar con una tomografía
computadorizada (TC). Estas lesiones pueden identificarse en la RM, pero este
estudio representa un recurso menos disponible debido a su acceso o costo, o a
razones administrativas, por ejemplo, en ocasiones, los seguros médicos no la
cubren.
Se sabe que la mayoría de estos pacientes obtiene buenos
resultados con protocolos de terapias físicas fuertes implementados
correctamente con entrenamiento propioceptivo agresivo. Uno de los problemas
que se deben considerar es que la inmovilización durante 4-6 semanas puede
provocar la rigidez de la articulación del tobillo y así agravar aún más la
situación.
Frey y cols. han demostrado que un adecuado examen físico
puede diagnosticar las lesiones grado III con un 100% de precisión. Dicho
porcentaje es ostensiblemente más bajo en las lesiones grados I y II.3
A esta dificultad se suma que se diagnostican menos los cuadros asociados.
Por este motivo, las radiografías con estrés en
varo-valgo y cajón anterior en 20º y 0º de flexión plantar son de vital
importancia para evaluar la funcionalidad del LPAA y el LPC, respectivamente.
En algunos casos, puede haber una atenuación del
ligamento deltoideo. Resulta muy importante también
controlar la prueba de inclinación talar (talar
tilt test) durante el examen físico, pese a que
sea menos frecuente en pacientes con esguinces laterales de tobillo.
Ramsey y Hamilton han demostrado que, con un
desplazamiento lateral de 2 mm, el contacto tibio-astragalino
disminuye un 42%. Esto puede explicar la razón de la artritis postraumática y
la importancia de obtener un diagnóstico rápido para evitar posibles
complicaciones. Cuando el examen físico no resulta suficiente para diagnosticar
un esguince lateral agudo de tobillo, la opción más frecuente es la RM. La
exactitud para el diagnóstico de un desgarro del LPAA fue del 91,7%; para un
desgarro del LPC, del 87,5% y para lesiones osteocondrales
del 83,3%. La sensibilidad fue baja, sobre todo en los desgarros del LPC; por
este motivo, la cantidad de falsos negativos es alta.4,5
Un análisis de la bibliografía revela una discusión controvertida
sobre el hallazgo del edema óseo en la RM observado en los sitios de inserción
de los ligamentos laterales del tobillo (LPAA, LPC, LPAP), y su papel como
indicador diagnóstico adicional para iniciar un tratamiento apropiado de
esguinces agudos de tobillo (Figura 1). Asimismo, se debe prestar atención a
los falsos negativos en las RM; sin embargo, si se presenta un edema óseo, esto
debe considerarse como una bandera roja que indica atenuación del LPAA y el
LPC.6
Por este motivo, es prioritario conocer si existe una
correlación clínica/radiológica y, por ende, dirigir, en un sentido u otro, el
manejo terapéutico. El objetivo de este estudio fue evaluar la relación entre
la presencia de edema óseo y las lesiones ligamentarias
específicas luego de un esguince de tobillo. Se busca analizar la relación
entre el edema óseo identificado por la RM y las lesiones ligamentarias
de tobillo en localizaciones específicas.
Materiales y Métodos
Se analizaron 50 RM realizadas entre 2016 y 2018 a
pacientes con diagnóstico clínico de esguince de tobillo, con dolor o signos de
inestabilidad, sin lesión ósea en las radiografías. El promedio de edad era de
24 ± 10.7 años (rango 15-64). Diez pacientes eran mujeres y 20, hombres.
Las RM se realizaron, en promedio, 23 ± 39.8 días después
del trauma (rango 3-210). Dos radiólogos independientes evaluaron secuencias T1
y T2, en los planos coronal, axial y sagital en busca de las características
del:
1)
LPAA, 2) LPC, 3) LPAP y 4) ligamento deltoideo
(LD). También se evaluó la presencia de edema óseo y su ubicación se definió de
acuerdo con las siguientes localizaciones: a) domo astragalino
medial, b) domo astragalino lateral, c) cuerpo del
astrágalo, d) cuello y cabeza del astrágalo, e) maléolo medial, f) maléolo
lateral, g) maléolo posterior, h) calcáneo. Con estos datos, se procedió a
realizar un análisis de estos parámetros.
Se excluyó a los pacientes con antecedentes de lesiones ligamentarias u osteocondrales y
a aquellos con inestabilidad ligamentaria crónica.
Se utilizó el programa SPSS 20 para el análisis
estadístico. Se analizó una relación estadística significativa entre el edema
óseo y una localización específica de la lesión ligamentaria.
Se aplicó la prueba de ji al cuadrado.
Resultados
Según las 50 RM analizadas, el LPAA fue el más afectado
por lesiones (42 casos, 84%). En el 55%, la lesión era total y, en el 26%,
parcial. La lesión en el LPAA se asoció, con frecuencia, a una lesión
simultánea de otro ligamento; solo, en cinco casos, la lesión era aislada y, en
tres de ellos (60%), el edema estaba en la cabeza y el cuello del astrágalo sin
un patrón claramente definido.
Se observó una lesión del LPC en 27 casos (54%); en el
63%, era parcial y, en el 37%, total. No se detectaron casos de lesión aislada
del LPC. En 14 de los casos (52%), la lesión del LPC estaba relacionada con la
del LD. Cuando la lesión era doble (LPC más LPAA), el edema óseo apareció en el
cuerpo del astrágalo (12 pacientes, 24%) y en la cabeza y el
cuello (9 pacientes, 18%). Sin embargo, hubo ocho casos de lesión ligamentaria triple (LPC más LPAA más LD); el edema óseo se
detectó, con mucha frecuencia, en el cuerpo del astrágalo, su cabeza o cuello,
pero también en el maléolo medial (4 casos) y lateral (2 casos).
Solo un paciente tenía una lesión total del complejo ligamentario lateral (LPAA más LPC más LPAP más LD).
En este escenario, el edema óseo se detectó en la cabeza
del astrágalo y en el maléolo medial.
Veinticinco pacientes (50%) tenían lesión del LD. Hubo
solo un caso de lesión total. Se detectaron 24 lesiones parciales: 18
ocurrieron junto con las lesiones del LPAA y el LPC y, en los seis casos
restantes, solo junto con la del LPAA.
La localización más frecuente del edema óseo fue la
cabeza y el cuello del astrágalo (32 pacientes, 64%), comúnmente cuando la RM
mostró una lesión lateral o medial (15 casos, 30%). La segunda localización más
común fue el cuerpo del astrágalo (20 pacientes, 40%) (Figura 2).
El 30% y el 40% de los casos tenían edema en el maléolo,
ya sea medial o lateral, respectivamente, y resultó aún más común cuando dos o
más ligamentos estaban lesionados.
Se detectó edema de domo astragalino
en 15 casos (30%), fue más frecuente en la zona medial (13 casos, 26%), y edema
de domo astragalino lateral en cuatro casos. El edema
de domo astragalino no tuvo un patrón de desarrollo
claramente definido acorde con el tipo de lesión.
No se detectó ninguna relación estadística entre la
localización del edema óseo y el ligamento lesionado (p >0,05).
Discusión
Este estudio incluyó principalmente a pacientes que
sufrieron esguinces de tobillo como consecuencia de la práctica de deportes de
contacto, sobre todo, básquetbol. El mecanismo de lesión observado más común es
la combinación de flexión plantar e inversión, aunque también se detectan otras
combinaciones, que provocan lesiones combinadas, tanto del complejo medial como
de la sindesmosis y la articulación subastragalina. La lesión parcial suele ser más común y, en
todos los casos, asociada a edema óseo por contusión. Es importante señalar
que, de acuerdo con lo esperado, nuestro estudio detectó más casos de edema
óseo por RM que mediante el uso aislado de radiografía. Más relevante aún fue
el hallazgo de casos de edema óseo sin lesión ligamentaria.
Todo ello lleva a concluir que la RM es una técnica más sensible y permite
detectar edema óseo si no hay una lesión ligamentaria,
algo que resulta interesante y que puede justificar el dolor aun si no hay una
fractura o un esguince.
Es importante destacar que existen diferentes maneras de
visualizar alteraciones en la RM. Las lesiones óseas se observan como hipointensidad en la secuencia T1, mientras que el edema o
la hemorragia se detectan como imágenes isointensas.
En la secuencia T2, las lesiones óseas se visualizan como zonas de
heterogeneidad de intensidad de la señal y el edema o las hemorragias, como
imágenes hiperintensas. Esto hace posible confirmar
la presencia de un edema óseo sin mucha dificultad y su posible asociación a
fracturas.7
En la RM, la aparición de lesiones lineales y geográficas
sugiere una lesión más localizada, incluso puede estar comprometido también el
cartílago subyacente. La lesión oculta del cartílago puede no ser detectada en
la RM. Esto podría ser una justificación del dolor del paciente si no hay
lesión ligamentaria o fractura, y se necesitan más
estudios para aclarar este punto en particular.
Mink y Deutsch dividen las
lesiones óseas ocultas en cuatro categorías: edema óseo por contusión, fractura
por fatiga, fracturas femorales y tibiales, y fracturas osteocondrales.8
En futuras investigaciones, resultaría útil asociar esta clasificación con
variables clínicas.
Para nuestro objetivo en particular, cuando analizamos la
relación entre el patrón de las lesiones ligamentarias
y los edemas óseos por contusión, no se halló un patrón claro o una específica
constante en la distribución del edema óseo en los esguinces de tobillo. Los
resultados confirman las conclusiones de Labovitz y
cols. quienes publicaron resultados similares y concluyeron en que no es
sencillo establecer una relación entre las lesiones ligamentarias
de tobillo y la presencia de edema óseo por contusión. Asimismo, el edema óseo
por contusión sin lesiones ligamentarias o fracturas
lleva a pensar que se trata de un signo radiológico poco específico.9
La bibliografía apoya el manejo conservador como elección
de primera línea para los esguinces de tobillo grados I y II. Si se tienen en
cuenta nuestros resultados, este manejo sigue en pie y no tiene ninguna
utilidad detectar edema óseo en la RM, en este tipo de lesiones.
Este tratamiento se asocia con buenos resultados; sin
embargo, si no se realiza correctamente, pueden aparecer secuelas a largo
plazo. El método RICE (Rest, Ice, Compression,
Elevation [Reposo, Hielo, Compresión, Elevación])
parece suficiente hasta que la inflamación y el edema de los tejidos blandos
disminuyan, seguido de deambulación con apoyo parcial o total del peso
corporal, según la tolerancia al dolor. En este contexto, sería recomendable
asociar la rehabilitación con un fisioterapeuta para disminuir la posibilidad
de secuelas.10
La causa más frecuente de las lesiones es la inversión
forzada durante la práctica de deportes, caídas o accidentes de tránsito.
Además, la eversión y abducción del pie suelen estar asociadas a otra lesión de
otro ligamento o tendón, y los edemas óseos por contusión se han descrito como
signos indirectos de la lesión ligamentaria.4,11-14
Este estudio tiene ciertas limitaciones, pues se trata de
un análisis retrospectivo que solo se centró en los edemas óseos por contusión
y lesiones ligamentarias, es decir, rotatoria, varo,
impacto valgo o combinados. El seguimiento fue adecuado y superior al 90%. A
algunos pacientes se les tomó una segunda RM con el fin de analizar los edemas
óseos por contusión. Como se evaluó a una cantidad limitada de pacientes y el
análisis primario no demostró ninguna utilidad, no resulta correcto o útil
extraer conclusiones sobre este segundo estudio.
Conclusiones
El edema óseo es común luego de una lesión ligamentaria tras un esguince de tobillo. Sin embargo, la
localización anatómica del edema óseo no está directamente relacionada con una
localización específica del ligamento lesionado. El edema óseo detectado en una
RM no debe implicar un cambio en el tratamiento de los pacientes con esguince
agudo de tobillo. Aun así, la RM sigue siendo una herramienta de suma utilidad
para detectar lesiones asociadas.
Bibliografía
1. Saxena A, Luhadiya A, Ewen B, Goumas C. Magnetic
resonance imaging and incidental findings of lateral ankle pathologic features
with asymptomatic ankles. J Foot Ankle Surg 2011;50:413-5. https://doi.org/10.1053/j.jfas.2011.03.011
2. Van Rijn RM, van Os AG, Bernsen RM, Luijsterburg PA, Koes BW, Bierma-Zeinstra SM. What is
the clinical course of acute ankle sprains? A systematic literature review. Am J Med 2008;121:324-31.
https://doi.org/10.1016/j.amjmed.2007.11.018
3. Frey C,
Bell J, Teresi L, Kerr R, Feder
K. A comparison of MRI and clinical examination of acute lateral ankle sprains.
Foot Ankle Int
1996;17:533-7. https://doi.org/10.1177/107110079601700904
4. Park H-J,
Cha S-D, Kim SS, Rho M-H, Kwag H-J, Park N-H, Lee S-Y.
Accuracy of MRI findings in chronic lateral ankle ligament injury: comparison
with surgical findings. Clin Radiol 2012;67:313-8. https://doi.org/10.1016/j.crad.2011.08.025
5. Ramsey
PL, Hamilton W. Changes in tibiotalar area of contact
caused by lateral talar shift. J Bone Joint Surg Am 1976;58:356-7.
PMID: 1262367
6. van Putte-Katier N, van Ochten JM, van Middelkoop M, Bierma-Zeinstra SM, Oei EH. Magnetic
resonance imaging abnormalities after lateral ankle trauma in injured and
contralateral ankles. Eur J Radiol 2015;84:2586-92. https://doi.org/10.1016/j.ejrad.2015.09.028
7. Lee JK,
Yao L. Occult intraosseous fracture: magnetic resonance appearance versus age
of injury. Am J Sports Med 1989;17:620-3. https://doi.org/10.1177/036354658901700505
8. Deutsch
AL, Coel MN, Mink JH. Imaging of stress injuries to
bone. Radiography, scintigraphy, and MR imaging. Clin Sports Med 1997;16:275-90. https://doi.org/10.1016/S0278-5919(05)70022-3
9. Labovitz JM, Schweitzer ME. Occult osseous injuries after
ankle sprains: incidence, location, pattern, and age. Foot Ankle Int 1998;19:661-7. https://doi.org/10.1177/107110079801901003
10. Saxena A, Eakin C. Articular talar injuries in athletes: results of microfracture
and autogenous bone graft. Am J Sports Med 2007;35:1680-7. https://doi.org/10.1177/0363546507303561
11. Harmon
KG. The ankle examination. Prim Care 2004;31:1025-37. https://doi.org/10.1016/j.pop.2004.07.008
12. Konradsen L, Voigt M, Højsgaard C.
Ankle inversion injuries. The role of the dynamic defense mechanism. Am J Sports
Med 1997;25:54-8. https://doi.org/10.1177/036354659702500110
13. Longo UG,
Loppini M, Berton A, Marinozzi A, Maffulli N, Denaro V. The FIFA 11+ program is effective in preventing
injuries in elite male basketball players: a cluster randomized controlled
trial. Am J Sports Med
2012;40(5):996-1005. https://doi.org/10.1177/0363546512438761
14. Nishimura
G, Yamato M, Togawa M. Trabecular trauma of the talus
and medial malleolus concurrent with lateral collateral ligamentous injuries of
the ankle: evaluation with MR imaging. Skeletal
Radiol 1996;25:49-54. https://doi.org/10.1007/s002560050031
ORCID de G. Lucar-López: https://orcid.org/0000-0002-7882-6289
ORCID de F. Bugallo: https://orcid.org/0000-0002-7285-967X
ORCID de G. March-Sorribes: https://orcid.org/0000-0001-9980-9800
ORCID de P. Revuri: https://orcid.org/0000-0002-6036-9411
ORCID de K. A. Guevara Noriega: https://orcid.org/0000-0003-2643-6390
Recibido el 21-5-2020. Aceptado luego de la evaluación el 20-7-2020 • Dr. Manel
BALLESTER-Alomar • manel.ballester@gmail.com • https://orcid.org/0000-0001-5351-605X
Cómo citar este artículo: Ballester-Alomar M, Lucar-López G, Bugallo F, March-Sorribes
G, Revuri P, Guevara Noriega KA. Edema óseo
secundario a lesiones ligamentarias de tobillo. Hallazgos en las imágenes de
resonancia magnética. Rev Asoc Argent Ortop Traumatol
2021;86(1):17-22. https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2021.86.1.1124
Información
del artículo
Identificación: https://doi.org/10.15417/issn.1852-7434.2021.86.1.1124
Fecha de
publicación: Febrero, 2021
Conflicto
de intereses: Los
autores no declaran conflictos de intereses.
Copyright: © 2021,
Revista de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología.
Licencia: Este
artículo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Compartir Obras Derivadas
Igual 4.0 Internacional. (CC-BY-NC-SA 4.0)